lunes, 29 de agosto de 2011

En una noche sin estrellas

Muero, nuevamente muero
caigo en otoño
marrón, quebradiza… agotada
                      con poca vida
muero, la caída es eterna
acaricio el suelo, más liviana que la pluma
la pluma que debería
estar escribiendo estos versos

El árbol que me ataba a esta existencia
fue envuelto en el abrazo candente
                      del tiempo
el tiempo, que impertérrito avanza
                          el tiempo
que ahora en cenizas me deja
como las que en el cenicero
                de un acabado escritor
reposan esperando la obra maestra
soy un algo en la nada
o quizás, nada en este especie de algo
no lo sé, pero de que es menos
                 es menos
y en espirales de humo
       me hago una con el viento
y me difumino, y vuelo
y hasta puedo rozar los astros
y, ¡soy libre!
he muerto … y soy libre.

Así finaliza esa historia que trató de escribir, de moldear, de abrazar, de contener… esa historia que como cuerda de rescate, la salvó, la lleno de alegría… que hasta la felicidad se dignó a sacarla a bailar; y hoy, tensa, deshilachada y desgastada por el tiempo, cede… llevándola a las fauces de ese abismo desconocido que tanto temor le causa... que ahora enfrenta, que la libera. Pues aquella señorita ha muerto, pero ha muerto libre.

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